Algunas imágenes no necesitan palabras para describir su belleza, pues es la propia belleza la que lo describe todo y la que hace aflorar un sinfín de emociones y sentimientos.
Las hojas que hace unos días colgaban de los árboles dando sombra y compañía a los caminantes de los caminos de sirga, ahora flotan silenciosas sobre las aguas del viejo canal. ¿Cuántas veces se habrá repetido esta imagen? ¿Cuántas hojas habrán caído de los árboles sobre el agua?
Con nostalgia, habrá quien vea estas hojas como la pérdida irreparable de cada uno de los momentos vividos en el último verano, el famoso tempus fugit de los romanos que también recoge el poeta Ángel González en sus versos de A veces, en octubre, es lo que pasa. Con esperanza, habrá quien observe estas hojas como un signo del eterno proceso de regeneración de la vida: estas hojas darán paso en primavera a otras. Pero también habrá quien vea estas hojas flotantes como un nuevo lienzo pintado por la naturaleza con los más maravillosos colores.
Y mientras tanto, sea como sea, las hojas siguen flotando en las aguas del viejo canal formando la alfombra más bella jamás trenzada.