El Dorado (USA-1966), un western de resistencia


Luis Ángel Lobato

dorado2El Dorado* es un western de tonos clásicos, rodado en una época, segunda mitad de los años 60 del siglo XX, donde se estilaban sus formas violentas, desmitificadoras y crepusculares. Es, por lo tanto, un western de resistencia ante el avance de estos nuevos estilos que, en pocos años, casi terminarán por enterrar tan popular género.

La película está basada en la novela Stars in their courses, de Harry Brown, con un guion de la famosa escritora de literatura fantástica Leigh Brackett y dirigido por uno de los grandes directores de todos los tiempos: Howard Hawks.

El argumento de El Dorado, como el de todas las películas de Hawks, es simple; su estilo, también como el de sus otros trabajos, y pese a una aparente llaneza, es lo que nos sumerge en la complejidad.

Un pistolero a sueldo ayuda a su amigo, un sheriff alcohólico por causa de una mujer que no puede olvidar, en la lucha por las posesiones del agua y de unas tierras entre ganaderos y caciques en el territorio de El Dorado.

Junto a estos dos héroes principales, duros y expertos, interpretados por John Wayne y Robert Mitchum, desfilan otros no menos atrayentes: el joven valiente pero inexperto, el viejo cascarrabias y huraño, la mujer que ha luchado por su dignidad, la jovencita resuelta y liberada, el asesino profesional…

Es El Dorado una película más de personajes que de argumento, como varias de los seis últimos films de H. Hawks. Películas como Río Bravo, ¡Hatari! y esta que ahora analizamos, muestran un interés creciente por el estudio de los caracteres en detrimento del resalte de una intriga.

En El Dorado, estos personajes están marcados por el esplendor de un pasado ya irrecuperable. Son unos inadaptados a los nuevos tiempos, donde las praderas son sustituidas por las ciudades y por la civilización, y las aventuras, por la ley que se va apoderando de esos núcleos urbanos.

dorado3Ante este choque emocional, sólo les queda la huida hacia el recuerdo para poder recuperar ese paraíso perdido: la juventud. Al no lograr recobrar aquellos tiempos, llega el desencanto y se convierten en inadaptados, en perdedores.

Pero, por supuesto, les queda una ley sagrada, que es a su vez el tema de esta película: la amistad.

Por amistad se mueven y luchan nuestros personajes para llegar a reencontrar la profesionalidad que, a pesar de todo, nunca han perdido: un pistolero reconvertido en ayudante del sheriff, un sheriff curado de su alcoholismo, un joven que va aprendiendo las lecciones en el manejo de las armas y un viejo achacoso que maneja el arco y las flechas mejor que un apeche, se enfrentan y vencen a una partida de asesinos y caciques que raptan y tirotean a una familia de honrados ganaderos.

Al final, magullados pero victoriosos, los personajes interpretados por J. Wayne y R. Mitchum, insinúan que ya es tiempo de establecerse en la tranquilidad de la emergente situación urbana, porque los viejos tiempos han desaparecido para siempre. Estos dos hombres han siendo absorbidos a la fuerza por una ciudadanía que ha olvidado lo que significa la palabra frontera y que ha sustituido los ríos y los bosques por los bancos y los salones sociales.

Es El Dorado, pues, un western casi urbano, bastante claustrofóbico, pero con una memorable y elegiaca secuencia de espacios abiertos. En ella, el personaje de joven inexperto que interpreta James Caan, recita un maravilloso poema del extraordinario poeta y narrador estadounidense Edgar Allan Poe cargado de nostalgia, donde se nos habla de un lugar mítico, llamado El Dorado, que es el sitio donde se realizan los sueños de los hombres. De esta manera, ese lugar mítico, se asimila con el pueblo de El Dorado que da título a la película, el territorio donde nuestros protagonistas quieren recuperar también un sueño: la juventud perdida.

dorado4El núcleo central del escenario que estoy describiendo, el pueblo de El Dorado, es la cárcel, con un asesino preso y custodiada por esos cuatro personajes que he señalado. A su vez, ellos están acosados por los sujetos que quieren liberar a su jefe prisionero.

Desde la cárcel, en estructura radial, habitan otros núcleos donde se resuelven las diversas situaciones que se engarzan a través de nuestros protagonistas: el bar, la calle principal, la vieja y ruinosa iglesia, los ranchos del cacique y del ganadero…

Se podría decir que la película tiene dos partes: en la primera, se presenta a los personajes principales y se plantea el conflicto. La segunda, comienza meses después, cuando el personaje que interpreta J. Wayne, que se ha ausentado del territorio de El Dorado, es informado por un pistolero que su amigo, el sheriff, tiene verdaderos problemas con unos malhechores y con el alcohol y decide ayudarle. Como enlazando las dos partes, la elegiaca escena de exteriores que he comentado.

Siempre se habló de que El Dorado era una nueva versión de Río Bravo. Pero creo que esto no es así. Más que una nueva versión, aunque es verdad que se repiten situaciones y personajes, al igual que, más tarde, en Río Lobo, El Dorado es como una conclusión de las andanzas de los personajes de Río Bravo. Una conclusión opaca y desoladora. Si en Río Bravo los personajes eran todavía jóvenes y se intuía el sentido de la frontera, aquí, como ya he señalado, han envejecido y son cautivos de las nuevas normas de una sociedad burguesa que los va engullendo, para siempre.

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