La Semana Santa de 2014 ha conseguido poner de acuerdo a casi todos: cofrades, riosecanos y visitantes. La Pasión que acaba de concluir será recordada como la del calor y es que una Semana Santa en manga corta dejó de ser una utopía para convertirse en una realidad que, seguramente, ya no volveremos a ver/disfrutar en muchos años.
El buen tiempo hizo que el ánimo de cofrades y espectadores fuera bien distinto al de los últimos años, donde los nubarrones, las lluvias y las suspensiones dieron al traste con la manifestación más importante de la ciudad. Y es que después de tres Jueves Santo fallidos ya había ganas de procesionar y de sacar los pasos a la calle. De hecho, más del 82 por ciento de las personas que han participado en una encuesta promovida por este periódico consideran que la Semana Santa ha sido ‘buena o muy buena’.
Ahora bien, el buen resultado de procesiones y actos de la Semana Santa no debe hacer que responsables de la Pasión riosecana y componentes de las diferentes hermandades miren para otro lado en algunos problemas que siguen siendo acuciantes. El mayor de todos ellos es, sin duda, el que se vive en la Calle Mayor: algarabía, barullo, gritos, gente que cruza entre pasos y filas de cofrades, falta de respeto hacia la procesión… son solo algunas de las manifestaciones que han aumentado preocupantemente en los últimos años y que sorprendentemente no provienen de dentro, sino de los que están fuera: los espectadores.
Un problema que exige una solución urgentemente. Es difícil influir en los centenares de personas que se agolpan en los soportales para ver pasar las procesiones, pero sí estamos seguro que la situación puede mejorarse considerablemente. Normalmente los visitantes y espectadores suelen hacer lo que ven, y por eso no imaginamos que, por ejemplo, en el juramento del silencio que se celebra en muchas de las Semanas Santas de la geografía nacional hubiera este barullo y barahúnda.
Sé que alguno puede escudarse en que la Pasión riosecana no se caracteriza precisamente por el silencio; y no puedo estar más de acuerdo. Pero del mutismo absoluto al jaleo que se monta en la calle Mayor hay muchos términos medios.
Quizá habrá que proponer algunas medidas para ayudar a bajar el tono: será necesario que algunos de los bares, al paso de la procesión, desciendan el volumen de su música si es que durante aproximadamente una hora no pueden eliminarlo por completo. La luz de comercios y establecimientos también podría atenuarse; pero especialmente la del alumbrado público. Este diario ha consultado con algunos técnicos y es muy factible que la calle Mayor pueda aparecer casi en penumbra, con tan solo una de cada tres o cuatro farolas encendidas, por ejemplo.
Otra de las medidas que se podía llevar a cabo es instalar una megafonía similar a la que se monta en Navidad, donde se podría llamar al silencio y al respeto, antes e incluso durante la procesión, de una forma periódica y con un mensaje concreto. Con estas aportaciones y con algunas ideas que, incluso, podrían surgir de cofrades y riosecanos se podría comenzar a solucionar el problema. La procesión ganaría en calidad. No hay más que comprobar cómo es el paso del desfile del Mandato el Jueves Santo por la calle Mediana. Orden, silencio, solo roto por algún tapetán y el sonido de las horquillas; un espectáculo, sin duda que sobrecoge al paso de las imágenes.
El atrezo también es importante y no estaría de más que las señales de tráfico pudieran cubrirse durante los desfiles procesionales con algún tipo de funda. Por favor, un llamamiento –de igual forma- a los responsables de la cinta plástica de protección para delimitar el lugar destinado a la banda. Quizá sería más estético un simple cordón negro; también es necesario eliminar las vallas metálicas que se instalan tras la iglesia de Santa María. Cumplen su cometido para evitar el aparcamiento de vehículos; pero seguramente habrá otras fórmulas o, sencillamente, baste con retirarlas al inicio de la procesión.
El interior de la procesión también podría ser objeto de debate. Mucho mejor, este año, la del Viernes que la del Jueves, donde existieron grandes espacios entre cofradías. Un poco más de decoro en algunas mantillas y cofrades en sus atuendos, además del orden procesional al llegar a la Plaza. No rebatiremos desde estas líneas que los componentes del desfile puedan salirse de la procesión, pero al menos hacerlo con un poco más de disimulo y respeto.
Algunos fotógrafos deberían también taparse en la medida de lo posible, sin interferir demasiado en el desarrollo lógico de las procesiones. Entendiendo desde estas líneas que muchos cumplen con su trabajo y sin dudar de la magnífica labor que realizan, a veces alguno de ellos (no la mayoría), se convierten en protagonistas del desfile. La proliferación de cámaras, móviles y otros artilugios hacen que, en ocasiones, un nutrido grupo de profesionales y especialmente aficionados se agolpe delante de un paso. Aún más grave es, quienes hacen lo mismo vistiendo túnica. Es importante recordar que el fotógrafo debe estar al servicio de la Semana Santa y de las procesiones, y no viceversa.
Por último, alguien debería tomar cartas en el asunto y prohibir de una vez para siempre los pasodobles en el desfile de gremios que interpreta año tras año una banda foránea que, por cierto, viene cobrando. De vergüenza. El resto de la Semana Santa, de diez. Desde aquí nuestra enhorabuena a cofrades y organizadores. Si el año que viene conseguimos que algunas de estos problemas se solucionan nos daremos por satisfechos. Todo ello para que la Pasión de Medina de Rioseco siga creciendo.