No hay niño saharaui que no sueñe con comerse un helado, bañarse en una piscina o pasear en bicicleta. Este año un total de 257 niños y niñas saharauis, cincuenta menos que el año pasado debido a los recortes, han podido hacer realidad sus deseos en Castilla y León, gracias a la solidaridad de sus familias de acogida. Estos jóvenes con edades comprendidas entre los 7 y los 12, que durante el año viven en el campo de refugiados de Tindouf (Argelia), pueden disfrutar del verano castellano alejándose de la hostilidad y las altas temperaturas que marcan su día a día en sus países de origen, gracias al programa Vacaciones en Paz.
Nurel Huda es una de estas jóvenes saharauis que ha tenido, la oportunidad de venir a Castilla y León a pasar el periodo estival. En concreto Nur, como le llama cariñosamente su familia de acogida, esta pasando sus vacaciones de verano en Medina de Rioseco. Es el tercer año consecutivo que viene a la ciudad de los Almirantes y el quinto que pasa en España. “La idea le surgió a una de mis hermanas que vio un programa por la televisión y se la ocurrió traerla. Se fue con ella a Barcelona los dos primeros veranos y los siguientes ya se ha quedado aquí”, cuenta María José Rubio, riosecana y madre de acogida de Nurel.
El primer verano que pasó lejos de sus padres y sus cuatro hermanos tan solo tenía siete años y recuerda aquellos dos primeros años en Barcelona como una etapa de difícil adaptación. “El primer año que vine no hablaba nada de español y me llevaron a un cole en Barcelona y allí hablaban todos en catalán y como no lo entendía lo pase un poco mal”, explica. En la actualidad, Nur está a punto de cumplir los doce años y habla perfectamente el castellano. Reconoce que está encantada en Rioseco con su madre estival y asegura entre risas que “Rioseco es mejor que Barcelona”. Y es que en la ciudad de los Almirantes tiene ya muchos amigos con los que le encanta sobre todo “ir a la piscina y al parque”.
También esta pequeña saharaui pasa mucho tiempo en la tienda que regenta su madre adoptiva situada al lado de la Iglesia de Santa Cruz, ayudándola en lo que puede. “La verdad es que hemos tenido muchísima suerte con ella, es una niña muy educada, cariñosa, colaboradora y amable desde el primer día que ha venido”, asegura María José, a la vez de animar a todo aquel que se esté planteando adoptar a un niño o niña del Sáhara en el periodo estival. «Es una experiencia única que recomiendo a todo el mundo», afirma.
Nurel llevaba todo un año esperando “con muchas ganas” este momento. Soñando con el día en el que poder volver a ver a su familia de acogida y a la cantidad de amigos que ha hecho en Medina de Rioseco. Nur, al igual que otros 256 saharauis más, ha visto como un verano más su sueño se cumplía, gracias, este año más que nunca, a la gran solidaridad de su familia riosecana que debido a la crisis y a la falta de subvenciones ha tenido que hacerse cargo de gran parte de los gastos del vuelo. Pero esta falta de ayudas institucionales ha dejado en los campos de Tindouf, muchas esperanzas truncadas y múltiples sueños rotos, que tendrán que esperar que el año que viene la fortuna se ponga de su lado.
A su vez la Asociación de Amigos Saharauis de Castilla y León organiza durante todo el año diferentes actividades para recaudar fondos para que el programa Vacaciones en Paz pueda seguir llevándose a cabo y que los niños y niñas puedan seguir viniendo. “A través de la asociación hemos vendido camisetas, realizando diferentes actos, rifas y tenemos también lotería para poder vender durante todo el año a disposición de todo el que quiera ayudar en la tienda”, cuenta María José. No son más que diversas formas solidarias de reinventarse para que las ilusiones de estos pequeños se cumplan y sus ojos rebosen alegría y felicidad, tal y como hacen los de Nurel.
Pero Septiembre se acerca y llegan las despedidas. La familia de María José sí que se ha planteado que la pequeña pueda quedarse, puesto que como Nur va a cumplir los doce años es el último año que puede acogerse al programa de Vacaciones en Paz, pero la joven saharaui también quiere pasar tiempo con sus padres y hermanos. No obstante a partir de esa edad tienen la oportunidad de venir también a estudiar y María José asegura que “vamos a intentar hacer todo lo posible para que pueda seguir viniendo todos los veranos”.
Esto es sólo un paréntesis en la vida de Nurel y de los demás niños y niñas del norte de África que han podido pasar este verano lejos de la hostilidad que azota su país. Es también una oportunidad para las familias de poder conocer nuevas culturas. Sin duda, unas vacaciones únicas tanto para Nur como para sus padres y hermanos de acogida que seguro que ninguno de ellos olvidará jamás.