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El próximo sábado 16 de marzo tendrá lugar la representación en la iglesia de Santiago de los Caballeros de nuestra ciudad de la obra Pasión, con la que el Teatro Corsario celebrará el XXV aniversario de su estreno en el 1988.
Varias han sido las representaciones de la obra que ha realizado la compañía en Rioseco coincidiendo con las fechas de Semana Santa y varios los lugares, desde el Teatro Principal hasta la misma iglesia. Pero quisiera recordar aquí la primera representación que realizaron los corsarios, por lo que tuvo de singular y por la repercusión popular a que dio lugar.
Creo que la puesta en escena no se ha vuelto a repetir y desconozco si este año será posible repetir aquel montaje. Se utilizaron los laterales de la iglesia como piezas separadas –set piéces– de cada composición que se iban iluminando según avanzaba la obra, una idea que me hace recordar a las estaciones del vía crucis que aparecen marcadas en las columnas del templo.
El impacto visual y sonoro resultaba espectacular dentro del recinto magnífico de la Iglesia de Santiago. Estoy convencido que para los actores el marco escénico fue determinante para que se diera esa comunión tan difícil de conseguir entre actores y público. También tuvo que ayudar el desconocimiento de lo que allí se iba a contemplar y la predisposición de los espectadores, habitantes riosecanos en su gran mayoría que tienen en su código genético inoculado el virus de los pasos, de las tallas y de la imaginería.
El espectáculo ha supuesto que para la compañía sea el más antiguo de un repertorio que es prolífico en montajes de clásicos y una unánime voz elogiosa desde su estreno. Recordemos algunas críticas: “Cautiva la semejanza con los modelos que se tienen en mente. Es admirable el estudio que a ello ha consagrado el Teatro Corsario, bajo la dirección de Fernando Urdiales” (Fernando Lázaro Carreter. Blanco y Negro). “Dos horas de espectáculo que dejan atónito al espectador” (Antonio Pelayo. Ya). “La ostensión está lograda con muy considerables calidades plásticas. Todo respira gravedad castellana, dignidad escénica». (Lorenzo López Sancho. ABC). “Um espectáculo ejemplar que só raros grupos profissionais exibem”. (Teixeira Mendes. O Primerio de Janerio).
Pasión ha cautivado a públicos de lugares tan diferentes como desconocedores de la tradición de las tallas procesionales y de la Semana Santa, pues se mueve en ese terreno en verdad tan auténtico que une realidad con misticismo, lo ordinario con lo espiritual, entre el mutismo y la expresividad desgarradora. Es por ello que el escenario se torna de repente, mientras avanza la representación, en un espacio de comunión y de símbolos, unidos en un paisaje físico y humano. Como en toda obra que se aproxima a la complejidad de la religión no hay que dejar de pensar en la espiritualidad trascendente del espacio sagrado dedicado al misterio de la fe.
Muchas fueron después las obras que el Teatro Corsario ha puesto en escena en nuestra ciudad y durante años el Teatro Principal se convirtió en lugar de los ensayos anteriores al estreno de ellas, que se realizaba en él como un banco de pruebas y de correcciones. Algunas veces coincidimos algunos espectadores y amigos en esos preestrenos, y luego en departir con Fernando y los suyos en algunos lugares de la geografía barística riosecana.
Durante algunas semanas Fernando Urdiales, Jesús Peña, Rosa Manzano, Javier Semprún, Luis Miguel García, Olga Mansilla, Juan Carlos Martín y tantos otros actores incorporados al reparto fueron convecinos nuestros, bien lo saben algunos lugares que frecuentaban, como el cercano al teatro bar Herrgar, donde descansaban de las maratonianas y exhaustas jornadas de ensayos, donde tuvieron el hermoso detalle de organizar una sesión especial para su propietario Fernando en el mismo bar, que enfermo no podía asistir al teatro.
Muchas anécdotas de sus estancias nos contaría Pedro, el trabajador que el Ayuntamiento tenía asignado al teatro, cómplice del despliegue escénico y de las duras sesiones de trabajo que el desaparecido Fernando Urdiales sometía a su compañía.
Quisiera para terminar este artículo de homenaje a la obra, recordar una anécdota de esa primera representación en la iglesia de la que fui testigo. Después de acabar sobrecogidos por lo que allí habíamos asistido, algunas personas nos acercamos a la sacristía para felicitar a los actores y a su director, improvisado camerino donde se cambiaban y aseaban, entre ellos un emocionado Fernando del Olmo, el desaparecido presidente de la Junta de Semana Santa, quien se abrazó a Fernando Urdiales, entre el silencio de los numerosos testigos presentes.
Que esa emoción nos llegue el sábado y sepamos valorar el trabajo de Fernando Urdiales y de los suyos con una mirada inocente.