Medina de Rioseco, la que un día fuera bautizada como la vieja India chica, amaneció el fin de semana sumergida en la máquina del tiempo, en un viaje a través de los siglos hasta su época más esplendorosa cuando dos ferias anuales y un mercado semanal libre de alcabalas hizo de la Ciudad de los Almirantes una plaza apetecible, para que comerciantes y artesanos ofreciesen sus mejores productos.
La rúa Mayor, cuyos soportales un día cobijaron a miles de mercaderes de los rigores de la climatología castellana, fueron engalanados con pendones y escudos, y albergaron los improvisados puestos de más de un centenar de artesanos y comerciantes que sacaron sus productos a la calle, en la recreación del Mercado Medieval de la Ciudad de los Almirantes.No faltaban los artesanos de la forja, del cristal, del barro, de la madera, del cuero, del bronce, de las flores secas, de la orfebrería y, por supuesto, las tabernas del buen yantar, donde los productos de la tierra como la matanza o la exquisita repostería riosecana, se mezclaban con otros productos foráneos, como la sabrosa comida de la lejana Turquía o los exóticos mojitos.
Todo un lujoso espectáculo para los sentidos. Aromas de la india, sabores de Castilla, el inconfundible tacto de las telas de Damasco, el colorido de la mercancía perfectamente ordenada para su venta o el bullicio de mercaderes y saltimbanquis que vendían sus productos en medio de la curiosidad de los visitantes, que abarrotaron las vetustas calles donde el mercado cobró vida, en busca del producto deseado, o simplemente para calmar el hambre y la sed.Cientos de visitantes no quisieron perderse el Mercado Medieval.
Por su parte, los artesanos, auténticos protagonistas del mercado, realizaban sus propias exhibiciones al elaborar delante del público los productos que más tarde venderían. De esta forma, objetos de cristal, barro, forja, bisutería o grabados eran algunos de los puestos donde se concentraba el interés de los visitantes. Pero como un mercado medieval sin malabaristas, bufones o caballeros medievales no es más que un simulacro de mercado, una compañía teatral se encargó de dar vida a todos estos personajes con animadas representaciones teatrales que hicieron las delicias de los centenares de personas, especialmente de los más pequeños, que se agolpaban en cada rincón de la calle Mayor, para no perderse ni un sólo detalle.
A pesar de la crisis, los comerciantes se mostraban satisfechos con el resultado de sus ventas. Mientras el Ayuntamiento de Medina de Rioseco cifraba en 20.000, los visitantes que pasaron durante el fin de semana por las calles riosecanas.