Desde hace unos días, los termómetros han comenzado a bajar por la noche hasta temperaturas de varios grados bajo cero. Entonces, por la mañana todo se cubre de una blanca capa y el agua de los charcos aparece helada formando millones de pequeños espejos, que crujen bajo los pies al ser pisados en una agradable sensación. Todo ello bañado por un maravilloso sol que brillara como si supiera que iba a ser la última vez. Un sol que se precipita con rapidez a borrar la blanca y delgada capa de hielo como si no quisiera compartir con nadie tanta belleza Son los regalos de nuestro invierno, que, aunque esperados, siempre sorprenden.