Lea las historias que concursan en septiembre


Los meses del año 2012 van consumiéndose y con ellos cada una de las diferentes eliminatorias del concurso de microcuentos No te enrolles que convoca lavozderioseco.com. En esta ocasión ofrecemos todos los concursantes que decidieron inventar una historia en menos de 200 palabras sirviéndose únicamente de una fotografía que determinaba el tema. La Voz ponía la imagen, los concursantes la imaginación, la literatura y la creatividad. Enhorabuena a todos ellos. El ganador, que se fallará en los próximos días, obtendrá el pasaporte a la gran final que se disputará en el mes de diciembre.

Maldito alzheimer
Noté como su mano frenaba la silla. Me sorprendió la fuerza con que lo hizo. En su rostro, vi un brillo que hacía tiempo no veía en sus ojos. Una sonrisa nació hasta convertirse en una gran mueca de alegría.
Intente averiguar cuál había sido el motivo. Seguí con la mirada donde se habían posado sus ojos y al instante lo comprendí todo.
Dos placas metálicas ancladas al adobe, habían conseguido lo que no conseguían meses de terapia.
Notaba el bullicio de sus recuerdos llenando la calle. Recuerdos de su pueblo, Medina de Rioseco. Su infancia alrededor de la Fábrica de Harinas, sus baños en la Dársena, sus amigos. El trabajo durante toda su vida en el campo. Y muchos otros recuerdos que sentía como se agolpaban alrededor nuestro.
De pronto y tal y como vino, toda esa vorágine de sensaciones, se marchó. Su rostro volvió a convertirse en una losa de granito y su mano se retiró de la rueda de la silla.
Por un momento mi padre había vuelto. Y me di cuenta de que merecía la pena todo el sacrificio durante las 24 horas que hacíamos mis hermanos y yo por disfrutar con él estos momentos. Maldito alzheimer.
Macmas

Sin título
Allí estaba mi destino, mis antepasados, mis raíces… volvía al pueblo castellano dónde nací, dónde las viejas costumbres y las habladurías eran el pan de cada día y las noticias volaban de boca en boca con una diligencia pasmosa, lo cierto es que no me gustaba nada ese lugar, tenía la poca virtud de relacionarme e innombrables  dificultades para emprender nuevas amistades. Había estado viviendo en plena Europa durante mi vida de estudiante y al llegar aquí me encontraba fuera de mí, fuera de lugar, con la maldita sensación de que tiempos pasados fueron mejores, pensamientos que no paraban de recorrer mi mente como un escalofrío que no me dejaba hallar la razón en dicho lugar, esa vida no era para mí… Turín no había sido muy acogedora conmigo pero los negros atardeceres por el humo industrial se habían tornado en mi paraíso particular junto a Carlo, mi salvación, en definitiva mi razón de vivir, necesitaba noticias suyas más que la vida, me dirigía a por el paquete de correos que él me había mandado con mis últimos enseres de nuestra vida juntos, tenía tantas ganas de llegar a casa y abrirlo. Saber si quedaba algo de nosotros…
Guiomar

Mariposas
Recuerdo las cartas de amor de mis mayores, llenas de vida, deseos, corazón y alegría. “Te quiero, no puedo vivir sin ti”, “Ven pronto, te necesito”. Recuerdo mis primeros cosquilleos, las mariposas del estómago, esos enamoramientos plasmados en papeles de colores y formas bonitas, e imaginar su cara al abrir esas cartas, esperando ansioso su respuesta, nervioso, impaciente. Cartas guardadas como joyas, casi como manuscritos, a la espera de ser objetos de museo, donde las futuras generaciones las observaran como ecos de un pasado, no tan lejano en el tiempo pero si en nuestra conciencia.  Tiempos donde las oficinas de correos eran lugares de esperanza, de encuentro y a veces, de desamor y tristeza. Todo perdido, olvidado, en favor de tecnología, redes sociales, mensajes instantáneos, todos fríos, todos vacíos. Sin alma, sin vida, incluso anónimos. Almacenados en tarjetas, dejando de lado esos papeles, repletos de frases de emoción y sentimiento, que juntadas formaban pequeños cuentos, historias intensas, que en ocasiones forjaban vidas y en otras las destruían, momentáneamente, hasta la llegada de nuevas cartas, escritas por personas distintas. Hasta encontrar el amor.
Sirio

El velo de la novia
Al igual que en sus anteriores enlaces, llegaba tarde a la iglesia. Santos Domínguez, se sujeta el frac y echa a correr por las callejuelas. Cuentan que ostenta el récord de entrar con retraso a más exámenes de geriatría. En ese mundillo médico tan solo lo supera un tal Javier Camacho, perpetuo aprendiz de oftalmólogo.
Tercera visita a la localidad. Santos no recuerda las calles. Llega a una encrucijada. ¿Seguir la Carretera de Rioseco, o desviarse dirección oficina de correos? Un repicar de campanas lo saca de sus cavilaciones. ¡Hacia allí!, se dice.
Con la premura que lleva ni siquiera repara en los rostros congregados a la entrada. Asciende de a dos los escalones, atraviesa la nave mal iluminada y se planta junto al altar. ¡Qué hermosa aguarda la novia, con su traje blanco y el velo cubriéndola el rostro! Se sienta a su lado, excusándose por el retraso. Ella ni lo mira en toda la ceremonia. Tras intercambiar anillos, Santos levanta su velo para besarla. Da un respingo del susto. ¿Tú quién eres?, exclaman ambos desconcertados.
Un recién llegado acapara la atención junto al atrio. – Perdonen por el retraso – balbucea Javier Camacho, ajustándose nervioso el clavel de la solapa.
Nomeolvides

La saca
Carretera de Rioseco, camino de Valladolid
y a recoger en correos la saca que trajo el tren.
Y regresar a mi pueblo atravesando Los Torozos.
Y barrancas de caliza amarillenta con derrubios,
caballones y rupturas de pendiente pronunciadas
con dolinas terciarias colmatadas.
En las cuestas matorrales,
en el monte los cotorros,
en el valle los reñejos renacidos,
tras las vargas onduladas
la planicie descuajada,
la desierta paramera,
la maciza fortaleza de quejigos.
Hay corrales, corralones, colgadizos,
Traspalacio hay palomares
y el Bajoz que baja lento en arroyuelo
por un valle ya perdido en pegujales.
Y se adentra en el sendero de los frailes,
y se esconde en el rincón de Doña Sancha,
y aún conserva entre sus aguas
el saber de Fray Gerundio
del querido Padre Isla.
Por el teso las Perdices
se ve el campo de Toro,
y al norte del camino Real,
junto a las galgas de cantil calizo,
hacen nido las currucas, abubillas, tarabillas
en las zarzas de la endrina.
Por el lago el andarríos se entretiene,
reidoras junto al claro de la Luna corretean.
Agallucas encendidas de los robles en el fuego,
mientras se hace el buen picón
chisporrotean…
Anggeeli

Correos
Ernesto era un humilde hombre del corazón de Castilla que se tuvo que ir al frente a luchar y que dejaba tras de sí una familia, unos amigos y su querida gente del pueblo que le vio crecer.
Día tras día, mes tras mes, su mujer Rosalía acudía cada mañana en busca de alguna carta para ella, pero las ansiadas noticias no terminaban de llegar. Un hijo de este matrimonio bienavenido, al ver a su madre sufrir de esta manera, se dedicó a escribir cartas a escondidas durante más de un año con tal de no ver a su madre sollozar cada noche en la soledad de su habitación.
Finalmente, una tarde de otoño, cuando las esperanzas ya estaban perdidas, Ernesto se presentó con lágrimas en los ojos al reencontrarse con sus seres queridos. La tinta nunca llegó al papel, una bala compasiva le había segado el brazo derecho, lo que le impidió escribir las misivas a sus seres queridos, pero no le arrebató poder volver a abrazar a su familia.
Luis Ángel

Un rato agradable
He terminado de imbricar las cartas de mis vecinos. Soy el responsable de tramitar envíos de dinero y paquetes postales entre otras muchas tareas. Conozco el nombre de las calles del pueblo, de todas. Creo que pocos pueden presumir de ello aunque sea un pueblo pequeño. Vivo aquí desde siempre y sólo he salido en una ocasión, fue para terminar mis estudios. Soy feliz aquí.
Mi rato agradable llega a media mañana. Dejo mis quehaceres para tomar un café contigo. A veces te dejo pagar porque sé que eso te hace sentir bien. Mientras charlamos, siempre bromeo con la posibilidad de tener algo contigo. Tú, agradecida, sigues mi juego y bromeas con la posibilidad de tener algo conmigo. En el fondo los dos pensamos que yo no bromeo en absoluto y que tú sí lo haces. Además sabemos que tú no permanecerás mucho tiempo en el pueblo.  Partirás con tu prisa y dejarás un poso amargo de sinsentido en mi café.
Hasta que asomen esas nubes de tormenta, como cada día, dejaré a un lado las cartas e iré a buscar mi rato agradable con la incertidumbre de no saber si será el último.
Amadeus

A la misma hora y en el mismo sitio…
En esta esquina, bajo el anuncio de Correos -creo que el cartel es el mismo de entonces todavía- rompí mi silencio por primera vez y abrí mi alma a la intemperie, hoy hace veinticinco años; con la dicha y la felicidad de mi parte cada segundo de mi vida desde aquel instante en que tu mirada refrendó nuestros sentimientos. Por eso te he traído hasta aquí de nuevo, Pilar, aprovechando la excusa de un relato, y por eso, no te asustes, amor mío, me arrodillo de nuevo ante ti, a pesar de la artrosis y el reúma, y te vuelvo a implorar metafóricamente, que me aceptes a tu lado durante el resto de nuestra existencia, aunque te azores al pronto con mi ocurrencia y la achaques al principio de alguna enfermedad degenerativa.
Aquella vez tomamos el camino de la izquierda buscando las afueras del pueblo para poder besarnos lejos de las miradas indiscretas, a salvo de los diretes. Hoy te ruego que me acompañes a la estafeta a certificar una carta, mientras buscamos impertinentes vistazos que den fe de nuestro amor, que sigue siendo el mismo un cuarto de siglo más tarde.
Bámbola

Recordando tiempos pasados
Paseaba tranquila por las calles. No tenía prisa, sólo quería verlo todo por última vez, antes de irme para siempre. Y por fin llegué al cruce, el punto de encuentro de la panda cuando era joven. Observé que aún estaba pegado el chicle en el cartel de Correos. Recordé que lo había pegado allí con apenas doce años, y lo que me había costado, pues aún no había dado el estirón. No pude evitar sonreír al pensar en Pedro diciendo ‘A las cinco en el cruce de la calle Carretera Rioseco y Correos, puntuales por favor.’ Era la última que quedaba de la pandilla, y eso me dejaba con una gran sensación de melancolía. Miré una vez más las dos señales, acaricié la casa sobre la que estaban, y me fui, recordando tiempos pasados.
Caterina

El destino hace trampa
Había salido a subasta la antigua Casa de Correos de mi pueblo. Acudí a ella y mi oferta resultó ganadora. Tomé posesión del viejo edificio. Entre trastos y escombros apareció una  carta, cerrada y mohosa. Databa de cuarenta años atrás. La curiosidad me pudo.
Os contaré el párrafo final: “Así pues, espero tu respuesta con  los nervios a flor de piel. Si me amas como dices, con la misma total y absoluta pasión que yo a ti, dejaré todo, marido, familia, amigos y me reuniré contigo sin dudas, sin miedo a nada ni a nadie. En cualquier caso, hagas lo que hagas, siempre te llevaré en mi corazón”.
Al día siguiente, cuando vi a Tadeo salir del Hogar del Jubilado, sentí un nudo en la boca del estómago.
Pancho Puskas

Sin título
A estas alturas nunca sabré si la carta te llegó o no. Pero eso es lo de menos. Ninguna de sus palabras era importante.
Lo único que importa es el sentimiento que me embarga desde el instante en que te vi. Hoy 5 de abril del 2012 fiel a mi cita anual te vuelvo a escribir estas cuatro letras. Nada nuevo vas a encontrar en ellas que no te haya contado en las 46 anteriores.
Durante todos estos años me he preguntado cómo habrá sido tu vida, y día a día me he imaginado las respuestas. Con ellas he creado en mi pensamiento la novela de tu vida; la novela de una vida compartida junto a ti.
Cientos, posiblemente miles de páginas he escrito, donde la primera de todas ellas es en aquel momento en que nuestras miradas se cruzaron. Nos presentamos y nos despedimos en la brevedad que dura un café, llevándome conmigo simplemente tu dirección y ese sentimiento que aún me embarga.
Y poco más puedo contarte querida Julieta, porque el amor es así. Ya lo dijo el genial dramaturgo «por un instante nuestras vidas se encontraron, nuestras almas se tocaron», y yo desde entonces estoy unido a ti.
Jota

share on: