Si la muestra Chiara –exposición que se puede visitar en San Francisco hasta el día 29 de julio- descubre algunos de los tesoros patrimoniales que guarda la comunidad clarisa riosecana, ayer el historiador riosecano y profesor de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, Ramón Pérez de Castro, los descubiró todos e hizo un completo recorrido por la historia, la arquitectura y el arte del convento de Santa Clara de Medina de Rioseco. Fue un viaje al pasado, de no más de una hora, en el que el profesor reveló al más de medio centenar de personas, que acudió a la conferencia celebrada en la iglesia del propio cenobio riosecano, “a través de un recorrido fotográfico” –tal y como él lo definió- la historia y el importante catálogo artístico que custodia la comunidad de madres clarisas.
Pérez de Castro situó la fundación del monasterio riosecano al amparo de los Almirantes de Castilla, concretamente en Fadrique Enríquez, que también fue el mecenas del monasterio de Valdescopezo (hoy desaparecido) y del de San Francisco. El profesor riosecano aseguró que los orígenes “son problemáticos” y planteó dos fechas: la de 1491 en la que existe una bula fundacional del Convento de la Concepción y la de 1517 en la que la comunidad clarisa ya se asienta en los terrenos del convento que hoy conocemos. De Castro reveló que en 1492, tras la expulsión de los judíos, la antigua sinagoga se convirtió en iglesia (de San Sebastián) y en ella se asentó una beatería de religiosas de la orden de San Francisco, que podrían ser el germen de la orden –también franciscana- de Santa Clara en Rioseco.
Sea como fuere, en 1517, tal y como indicó el conferenciante, el Almirante consigue terrenos y dinero para iniciar la construcción del cenobio. Unas de las partes más antiguas que se conservan será la fachada de acceso desde la nacional 601. En 1529 Gaspar de Solorzano traza los planos del monasterio y en 1546 se construye el claustro renacentista del que solo ha llegado un lienzo hasta nuestros días. Pérez de Castro se apoyó en los antiguos planos para ir explicando cómo pudo ser el convento y lo conservado en la actualidad.
Entre 1610 y 1618 se construye la iglesia del monasterio, sobre la original, mucho más pequeña y en estado ruinoso. “Es un templo sencillo, de cruz latina, que sigue los principios de la contrarreforma”. Hasta tres retablos mayores contó la iglesia. El primero de los Bolduque; el segundo fechado en 1663 realizado por los riosecanos Lucas González y Francisco Rodríguez y con obras del escultor Alonso de rozas. Este retablo desapareció durante la francesada, mientras que el actual –curiosamente también de Lucas González- se trajo de la capilla del Hospital de San Juan de Dios y Santa Ana (que estaría ubicada donde hoy se encuentra la Casa de Cultura). Se tuvo que adaptar al espacio de la iglesia conventual, mucho más grande que la capilla, por lo que se le colocó unos añadidos en la parte inferior. Asimismo el convento sufriría muchas reformas en los siglos XVII, XVIII y sobre todo en el XIX.
Ramón Pérez de Castro, historiador del Arte, explicó que las piezas artísticas que conserva el convento de Santa Clara además de su valor patrimonial e histórico atesoran también “un valor inmaterial, sentimental y religioso para la propia comunidad”. El profesor de la UVA hizo un recorrido por algunas de las piezas más importantes. La talla más antigua es la de la Piedad, que todavía recibe culto por parte de la cofradía riosecana. Podría estar fechada en torno a 1515. Otra de las piezas de calidad es la del Crucificado (siglo XVI) que preside el retablo mayor de la iglesia procedente del Hospital de San Juan de Dios o un Cristo, que sigue los modelos junianos y que podría estar cercano a la familia Bolduque, que junto a los Sierra –talleres riosecanos- tienen un gran número de piezas en el convento. En la exposición de Chiara se puede contemplar también el Arca del Monumento (para Jueves Santo), una pieza de gran calidad (atribuida a los Bolduque). Aunque sin duda la pieza estrella de todo el recinto es la Santa Clara (1618) del retablo mayor, única pieza en Rioseco con seguridad del gran Gregorio Fernández y única Santa Clara conocida del escultor gallego. Otras de las tallas notables –muchas de ellas en clausura- que fue mostrando y atribuyendo el conferenciante fue la de un San Juan (probablemente de Pedro de Bolduque), la Virgen de la Leche (mateo Enríquez), una Santa Clara de vestir (también expuesta en Chiara), un San Francisco (Francisco de Ochagavía), el San Antonio de Padua (Sierra) que procesiona cada 13 de junio, así como los restos del anterior retablo mayor: especialmente la Asunción de Alonso de Rozas (que preside uno de los locutorios) un crucifijo y un San José con niño. Pocas pinturas, orfebrería, reliquias y algunos otros retablos procedentes de San Juan de Dios y de San Francisco completaron este apasionante viaje al pasado guiado por Ramón Pérez de Castro tras los silenciosos muros del riosecano convento de Santa Clara.