A todos se nos quedó cara de asombro (por no decir otra cosa) cuando en la mañana del Viernes Santo abrimos las ventanas y vimos la intensa nevada que caía. Una situación que se repitió en el amanecer del Sábado Santo, cuando algunos cofrades abandonaban las cenas de hermandad. Y es que tan solo los más viejos del lugar recordaban que la nieve hubiera hecho aparición una vez en el día más grande del año riosecano. Estas fotografías recuerdan este hecho que se recordará durante muchos años en la Ciudad de los Almirantes. De no haber sido por la posterior lluvia que también dio al traste con la procesión, el fino manto blanco que cubrió tejados y la propia torre de Santa María hubiera sido una bonita anécdota que recordar a los más pequeños.