Y la lluvia que amenaza la Semana Santa no hizo aparición el Miércoles Santo y posibilitó que el Cristo del Amparo saliera a hombros de los cofrades de las dieciséis cofradías participantes para encontrarse con la Virgen Dolorosa en el atrio de la iglesia de Santiago de los Caballeros.
Tras el último de los días de triduo dedicado al crucificado riosecano, la talla salió desde la iglesia de Santa María para ir recorriendo varias calles riosecanas y recoger las catorces cruces desnudas que marcan las estaciones de penitencia. Calle Mediana, atrio de Santiago, calle de los Lienzos, Plaza Mayor, Rúa Mayor y calle de Santa María fueron las calles recorridas, hasta regresar de nuevo al templo donde se entonó la Salve.
Pero antes hubo momentos muy emotivos, rincones pintorescos donde la procesión se hace más íntima, y donde se logran estampas de gran belleza con los penitentes, ataviados con las túnicas de los tres colores de la Pasión riosecana, cargando las cruces de madera.
Sin embargo, el momento álgido llegó en el Encuentro ante la fachada Plateresca. El Cristo del Amparo se encuentra con la Virgen Dolorosa, que abandona por unos minutos el interior del templo para protagonizar un instante emotivo.
Multitudinaria colocación del sudario de La Escalera en La Capillos de los Pasos Grandes
Tras el Vía Crucis, como es habitual en los últimos años, la Hermandad del Descendimiento celebró un acto en el que se coloca el Sudario con el que Nicodemo y José de Arimatea descienden el cuerpo ya sin vida de Cristo. El acto se inició con la lectura del evangelio, concretamente el fragmento en el que se narra el Descendimiento. Más tarde tres hermanas leyeron un texto y un poema y otra interpretó la marcha de la Lágrima al piano. Un acto emotivo que congregó a gran parte de los hermanos y hermanas de La Escalera.
Fotografías de Fernando Fradejas y Teresa Castilviejo