Pasan los pasos y los llevan los mozos, escribió Miguel de Unamuno en 1932 tras haber asistido en Medina de Rioseco a la procesión del Jueves Santo. Sin embargo, en ese intemporal “pasan los pasos” hay que entender que había sucedido lo que tenía que pasar, que no es otras cosa que una Semana Santa que es algo más que una sucesión de pasos.
Las procesiones riosecanas, en especial las del Jueves y Viernes Santo, invitan a la participación activa con el fin de vivir unos momentos que suponen la autenticidad y singularidad de una Semana Santa única. De esta forma, el visitante no será un mero espectador que ve pasar los pasos, sino que avanzará con ellos en busca de unos emotivos momentos.
Mientras que el Martes Santo, el Cristo de la Clemencia entrará en la iglesia de Santa María en un instante de silencio y recogimiento, el Miércoles Santo, en el Vía Crucis, el lento discurrir por estrechas calles de un Cristo portado a hombros sin andas deparará en el entrañable encuentro con la Virgen Dolorosa frente a la iglesia de Santiago.
Tanto el Jueves como el Viernes Santo, la tarde se llenará de sorpresa con las túnicas moradas, negras y blancas de los desfiles de los gremios que van a portar los pasos. Momentos después, tendrá lugar la salida de los pasos de las iglesias de Santiago, el Jueves Santo, y de Santa María, el Viernes Santo, siendo, este último día, de gran espectacularidad y emoción la salida de El Longinos y La Escalera, de su capilla en el Corro de Santa María. Dos colosos que a duras penas y con el esfuerzo y la pericia de los cofrades logran cada año traspasar el dintel de la puerta de su capilla en la que cada año miles de personas esperan este instante mágico.
La procesión llegará a la calle Mayor, momento en el que se realizarán los tradicionales bailes en un espacio único por el que los pasos llevan desfilando desde hace siglos al calor de soportales y balcones desde donde tocar las manos de los Cristos crucificados. Miles de ojos observarán con asombro el lento discurrir de las tallas procesionales: unos, con una admiración mezcla de religiosidad y devoción, otros, con una sorpresa fruto del descubrimiento inesperado, algunos con el asombro que nace de la observación de unas obras de arte magníficas, todos con la inquietud por estar presenciado con respeto algo más que una tradición.
Tras el paso por la plaza Mayor llegará La tradicional rodillada de los pasos el Jueves y el Viernes Santo ante la imagen de la Virgen de la Cruz en el arco Ajújar, antigua puerta del siglo XIII de la muralla. Antes de que la calle devuelva los pasos a la iglesia con un nuevo esfuerzo, tendrá lugar el emotivo momento del canto de la Salve ante la imagen de La Dolorosa el jueves, y ante La Soledad el viernes. El Domingo de Resurrección, la alegría estallará cuando el atrio de la iglesia de Santa Cruz se encuentre los pasos de Jesús Resucitado y la Virgen de la Alegría.
Es posible que realmente exista una Semana Santa para cada riosecano y visitante que cada año, en las estrechas calles porticadas viven cada primavera el encanto y la magia de un inagotable mito centenario. Sin embargo, en cada uno de ellos resonará la frase de Unamuno era la misma procesión de antaño.