Esta tabla, notable obra del pincel de estilo hispanoflamenco, muy probablemente formó parte de un conjunto más amplio de temática pasional correspondiente a un posible retablo hoy desparecido. De autor desconocido, la obra se ha querido poner en relación con algún discípulo o seguidor de Fernando Gallego, teoría bastante insostenible al no existir rasgos formales que puedan ponerle en conexión, como tampoco principios conceptuales y compositivos.
Esta representación nos ofrece una composición compleja, que muestra la escena desde una perspectiva diagonal, muy diferente a la frontal que puede verse en la pintura de El campo de Peñaranda (Fernando Gallego) o en otras representaciones similares como la Flagelación del retablo de Arévalo, atribuido a Marcos de Pinilla. Esta novedosa propuesta visual parte compositivamente de un grabado perteneciente a la Pequeña Pasión de Duerero, a partir de la cual se ordena el espacio interior que representa la sala del pretorio.
En ambos casos, la sala que sirve de escenario, se divide verticalmente por una alta columna en dos mitades: un especio abovedado que termina en un amplio arco abierto al exterior y otro de menor altura adintelado. Igualmente se respeta la ubicación de los personajes, concentrando densamente a los protagonistas a la derecha del espectador y equilibrando éstos con otras figuras en el dintel de la puerta y en el ámbito abovedado de la estancia.
Sin embargo, el autor introduce ciertas alteraciones que reinterpretan el modelo. Sustituye la figura de un sayón que con su brazo extendido señala los pies de Cristo, por otro que arrodillado le ata los pies. La imagen de Cristo apoyada en la columna con las manos atadas por delante de éste y cubierta únicamente con el paño de pureza, sorprende por el digno tratamiento del desnudo, en claro contraste con las acartonadas formas y expresiones del rostro.
Hay que destacar la viveza cromática y el equilibrio entre los pigmentos fríos y calientes. No debemos olvidar el uso simbólico que este tipo de pintura hizo de las formas y el color, expresando la vileza del espíritu a partir de gestos y facciones embrutecidas, empleo de tonos oscuras y colores usados en claro desequilibrio, como el abundante rojo que describe el jubón y bonete del sayón que lacera la espalda de Cristo.
Flagelación de Cristo. Maestro anónimo (taller abulense)
Primer tercio del siglo XVI. Óleo sobre tablea. 158 x 123 cm.
Iglesia parroquial de Santiago Apóstol.