En el mes de febrero de 1975 se aprobó el derribo de la manzana de edificios en los que se ubicaba la popular Fonda de La Esperanza en la Plaza de Santo Domingo. Un derribo justificado por “los problemas que causaba la travesía para la vida cotidiana e industrial de Rioseco” dada la estrechez que alcanzaba en ese punto la N-601 y lo cerrado de la curva que trazaba, que había dado lugar, ya entonces, a no pocos accidentes como nos recordó Teresa Casquete en el artículo La anécdota que rompe la monotonía diaria.
La fotografía es algo posterior, pues vemos como el nuevo edificio que sustituyó a los derribados tiene su construcción ya muy avanzada. Una construcción que se jactaba, en la publicidad de la época, de aunar la modernidad con la tradición castellana de soportales, balconadas y ladrillo visto y que albergaría en sus locales el nuevo, y extinto en la actualidad, centro de la tercera edad promovido por la entonces Caja de Ahorros Provincial de Valladolid, así como la sucursal de la Entidad y el centro cultural, con sala de exposiciones y salón de actos que aún perviven con notables cambios sobre los originales. Un edificio anexo a la Iglesia del convento, primero dominico y luego claretiano, que daba nombre al Corro y que aún lucía su peculiar torre de ladrillo.
Vemos, a la izquierda, otros tres edificios desaparecidos. En primer lugar el que hacía esquina con la calle Mayor, cuyos bajos ocupaba la tienda de Telesforo Concellón Forito, con sus grandes cristaleras de escaparate en las que refulge el sol, y donde tenía, en el primer piso, la consulta y vivienda el doctor D. Marcelino Casado, el popular médico que ayudó a nacer -y a morir- a muchos riosecanos.
También, más al fondo, aparece el edificio de Teléfonos del que también se habló en esta sección (El edificio de Teléfonos… en un rincón muy transitado), y cerrando por el frente otro edificio desaparecido, y que afortunadamente no ha sido sustituido como los anteriores por grandes bloques de pisos, en el que destaca el toldo de la Cafetería Castiviejo, de Lázaro Sanabria.
Una estampa, en fin, de un rincón de Rioseco que hoy encontramos muy transformado y que a muchos lectores traerá recuerdos de tiempos ya pasados. No mejores ni peores, simplemente vividos. Hace cuarenta años. Ayer, como quien dice.