Volver a empezar, otra vez… es una melodía que ronda mi cabeza cuando se acerca el 1 de septiembre. Regresa a mí un antiguo spot publicitario donde sonaba la popular canción Beginthe Beguine que una conocida cadena de supermercados utilizaba como reclamo para acelerar compras cuasi-escolares y desde entonces, esas notas musicales me recuerdan el inicio de un nuevo curso.
El primer día de septiembre solemos comenzar con un claustro, en el que además de dar la bienvenida a los nuevos maestros al Centro y recordar instrucciones iniciales de curso señaladas por la Consejería de Educación, se hacen las peticiones de los grupos asignando tutorías y se aúnan criterios de funcionamiento.
He de señalar que no sólo las familias sienten la necesidad de conocer al tutor de su hijo/a cuanto antes, los maestros también tenemos esa misma sensación, la materia prima con la que trabajamos es tan frágil como duradera, estamos construyendo personas, formando corazones, abriendo mentes… cualquier equivocación o descuido puede ayudar a desviar el rumbo de nuestros alumnos.
Por ello, los nervios, las inquietudes, las incertidumbres, los sueños, las ilusiones… no sólo aparecen estos días en los escolares, también habitan en el interior de los maestros. Nervios, por saber cómo vendrán los alumnos después de todo un verano; inquietud, por saber si podremos afrontar todo el currículo que se nos avecina; incertidumbre, por saber cómo serán el resto de compañeros con los que te tienes que coordinar y trabajar codo con codo; curiosidad por conocer a las familias que tienes en la tutoría; todo ello mezclado con dosis de optimismo pensando que es un buen momento para proyectar nuevos sueños, realizables o no, pero siempre ilusionantes.
En las reuniones de Ciclo que hacemos los primeros días programamos lo que queremos hacer durante ese curso escolar: objetivos, metodología, contenidos, actitudes, procedimientos, excursiones, salidas, proyectos de trabajo,… con el firme propósito de enseñar a nuestros alumnos a saborear el placer de la búsqueda del saber y el amor hacia el conocimiento, pero yo añadiría algo más, me conformaría con ayudar a nuestros niños y niñas a ser buenas personas, encaminarles por un sendero que les ayude a ser felices en la vida.
Todo el Claustro de Profesores tiene un objetivo común, y éste es que el barco en el que navegamos educativamente mantenga el rumbo que, entre todos, hemos marcado. Esta es una difícil y, a veces agotadora tarea, pero también apasionante y hermosa. Si tenemos en cuenta que los pasajeros y la tripulación del barco está formada por toda la comunidad educativa que va desde padres, maestros y alumnos, hasta personal de limpieza, monitoras de autobús o cocineras, es fácil de entender la dificultad que puede representar la armonización de tan dispares actividades e intereses viajando juntos en este buque.
Es cierto que todos los maestros, en algún momento de nuestra trayectoria profesional, hemos podido sentir frustración, cansancio y decepción a duras penas contenida; pero lo que permanece en nuestro recuerdo es la satisfacción del trabajo bien hecho al comprobar el progreso de un alumno con necesidades educativas especiales o la sonrisa cómplice de un niño o niña al que damos “un achuchón” porque nos regala un dibujo en el que aparecemos los dos “cuando seamos mayores”.
Y llega el momento de colocar la clase, te conviertes en una experta en mover muebles, encajar piezas como si fuese un tetris, poner a un lado, quitar a otro y empiezas a pensar cómo quieres dividir el espacio, los materiales que deberían estar en ese rincón, lo que quieres conservar y lo que no merece la pena que se siga guardando, la orientación de las mesas, el espacio para los niños o la identificación de sus perchas todo tiene que estar preparado para cuando ellos lleguen.
Y hoy, 9 de septiembre de 2011, el silencio en los pasillos se rompe, la sirena está sonando, la puerta del Colegio se abre, los Equipos de Infantil y Primaria empiezan el paseíllo para ir a recoger las filas, las miradas de los padres y madres se centran en nosotros, los niños asoman sus cabecitas por donde pueden, y… un nuevo curso comienza. ¡Feliz curso escolar para todos!