Atardece de nuevo y un día más ciudades diferentes/ nos enseñan sucesivos ocasos. Mañana volveremos a encontrarnos, pero hoy, ¿cómo hablarte/de las horas que vendrán y otra vez no serán nuestras?
Está tendido el horizonte y la penumbra se despliega./ Dentro de poco llegará el momento/ en que todo se detiene y cada cual, /por su cuenta, cierra los ojos y muerde los labios.
Con todo, ¿dejaremos que esto sea algo amargo y terrible,/ que el resto pierda su dulzura/ como un durazno al caer y pudrirse en el suelo?
Asuntos que el atardecer diluye para así llenar su copa/ o abrir una segunda luz, un camino, capaz/ de orientarnos hacia la irisación de otra mañana.
Juan Ramón Mansilla.