Querido baloncesto: Es el inicio de una breve carta que cuenta su pasión, dedicación y amor por el baloncesto. Para Kobe, como para muchos otros que practicamos este maravilloso deporte, es mucho más que la simple actividad deportiva. Mediante él obtienes unos valores y unos principios difíciles de obtener por otro medio.
Quien empieza a jugar a “esto” una de las primeras cosas que observará será que prima el trabajo en equipo. “Un jugador gana partidos, un equipo campeonatos”, por muy bueno que seas jugando a Basket siempre necesitarás la ayuda de un compañero que coja ese rebote, te de esa asistencia, o que esté en le sitio para que le pases el balón. Cuando conoces bien a tu equipo , os conocéis bien, te das cuenta de la diferencia que hay a no jugar en equipo. Cuando no juegues junto a ellos apreciarás lo que ellos te ayudaban.
Todos atacamos y todos defendemos, por eso ese juego en equipo se acentúa.
Junto al trabajo colectivo, es muy importante poseer valores de compañerismo, ese ánimo al compañero que acaba de fallar , lo querrás recibir tú cuando falles.
Una vez aprendido que en esto lo de ir de individualista no funciona, lo siguiente que te golpeará será una cosa llamada constancia, trabajo duro , esfuerzo…
Ese “estar oxidado” después de un tiempo sin entrenar tiene mucha explicación. “Todo se basa en la práctica” decía Allen Sverson en aquella mítica, y en algún aspecto cómica entrevista.
Prueba a jugar tras un periodo de inactividad y verás lo mal que estás, esto es porque faltar a un entrenamiento te hace retroceder lo que habías ganado en 3. Steve Nash decía que de pequeño pensaba “si mejoro un poquito cada día de mi vida, 365 poquitos en unos 5 años estoy jugando en la NBA” (por dos veces ha sido MVP en la NBA). Con el baloncesto aprendes que esos muchos poquitos dan su fruto.
En el baloncesto es donde más se puede apreciar la constancia, ya que en el instituto o en algunas otros ámbitos puede que para notar esta constancia pase más tiempo, en esto no, la falta de trabajo se nota en un par de días es algo alucinante.
El baloncesto también tiene un factor de igualdad muy fuerte da igual tu condición social, económica, étnica, lo que sea; el baloncesto nos iguala a todos, el que más tiene puede ser el que menos talento tenga y el que meno tiene el más portentoso.
Junto con el ingreso en un equipo de baloncesto ( por poco serio que sea) adquieres un compromiso. El compromiso de estudiar, trabajar, llevarlo al día para no perderse ningún entrenamiento ni partido. Es normal que teniendo otras muchas cosas que hacer faltes un día, pero si eso se convierte en algo general, estarás fallando a tu equipo y aquí vuelve el factor trabajo en equipo.
Un sabio decía “1% inspiración, 99% transpiración”. Yo no estoy de acuerdo, 100% transpiración”. Una vez que tu cuerpo haya asimilado el trabajo que hayas hecho, podrás acceder a ese 1% de inspiración.
Cuando ya has descubierto estos valores, quiere decir que ya llevas un tiempo jugando al baloncesto. Con esto hay dos opciones; o te conquistan las ideas o las rechazas. Si estos ideales no son para ti, déjalo, por mucho que juegues poco vas a conseguir. En cambio si te convencen sigue con ello. El mayor peligro de que te convenzan es muy fácil, te enamoras. Enloqueces. Te metes en una burbuja que se encuentra en las nubes llamadas Baloncesto.
Cuando empecé a jugar, era muy torpe y un entrenador le dijo a mi padre: -¿le gusta? Sí, respondió. -Pues ahora no sabe nada, verás cuando aprenda a jugar, le va a encantar
Si te enamoras de ello llega un momento que respiras baloncesto, Esto te condiciona en el resto de tu vida. A partir de ahí empiezas a ver muchas acciones cotidianas desde otro punto de vista, luego las empiezas a realizar de otra manera , ya que te da que pensar.
Yo encontré esta filosofía por error, de rebote. No quería meterme en este mundo. Me enamoré del baloncesto poco a poco, sin darme cuenta, no del deporte en si, de todo. Estar en un equipo te hace organizarte, realizar sacrificios, esforzarte un poquito más, para así poder progresar.
Me enseñó a hacer amigos de una manera diferente, a hablar sin decir una palabra, a aislarme de los problemas y a crear un paraíso cerrado , un “bunker”. Las horas de baloncesto me ayudan a desconectar, 2 horas con al cabeza centrada en otra cosa que no sea el mundo. Al acabar tardas un rato en volver a la realidad ya que es como estar dormido e ir despertándose poco a poco.
Kobe dice en su carta lo que ama al baloncesto, y yo, por desgracia coincido con él.
Todo el mundo necesita un amor, y el mío sin duda, es ese deporte de gigantes, de negros ( como dicen algunos) de listos, y de hábiles. Ese deporte que te puede dar las mayores alegrías o provocar las más amargas lágrimas. Los mejores momentos crecen a raíz del baloncesto, los más bonitos y los más placenteros.
Tomando como escusa la retirada de un mito, Kobe Bryant escribo esta reflexión sobre el baloncesto. Y esta declaración pública de amor
Aunque mi frase favorita ( y motivación) es sin duda esta: “He visto a Dios disfrazado de jugador de baloncesto”– Larry Bird sobre Michael Jordan (el día que Jordan metió 63 puntos en un partido de playoffs contra Larry).
Víctor López es riosecano, tiene 16 años y ama el baloncesto