La historia muestra que un pueblo puede perder su pasado, es un magma que el tiempo horada. La desmemoria hace el resto. Dicen los viejos riosecanos, refiriéndose en particular al caserío y costumbres, que este pueblo ya no es el de su juventud. Si se lee algo de historia y contemplan fotos y grabados antiguos –tampoco muy lejanos-, esa impresión se confirma. La disolución del pasado común es un síntoma de fragilidad (los nacionalismos lo ponen a prueba). Quizá por ello la fuerza con que Rioseco ha decidido –en parte inconscientemente- sostener como anclaje y seña de identidad vital, simbólica, su Semana Santa, más allá de creencias religiosas, folclorismo, inercia y modas que, esperemos, no la desvirtúen demasiado. (Recuérdese la interesante reflexión al respecto de Manuel Fuentes en el acto organizado por su Cofradía -El Descendimiento- bajo el título Un farol en la eternidad.)
Es tal vez desde ese arraigo y conciencia compartida que late inconsciente, callada, en el cofrade anónimo, desde el que las directivas de El Descendimiento y La Flagelación han decidido exteriorizar esa vivencia –que enorgullece a todos- impulsando la celebración de sus respectivos aniversarios; asumiendo con ello el riesgo que el buen fin de los proyectos conllevaba y la crítica ante unas celebraciones no exentas de cierta heterodoxia. El esfuerzo -particularmente en El Descendimiento- ha sido generoso y encomiable. Merecidamente, ha encontrado respuesta más allá del ámbito de sus cofrades. La Semana Santa, aún fuera de calendario, ha vuelto a ser un abrigo, un lugar de encuentro, donde buscar cobijo y coincidencia en una ilusión común; un aglutinante popular. Mirando también hacía el futuro con la participación protagonista de los niños, desde el recuerdo emocionado a sus difuntos.
Mientras alrededor sigue la zozobra por la crisis económica y la confusión política, se tiene la certeza de que con más o menos prosperidad, con monarquía o república, cada primavera habrá un voto tácito, mayoritario, sobre la continuidad de algo tan entrañado en el pueblo, sin necesidad de referéndum.